INTRODUCCIÓN. La pintura de Murillo se caracteriza por sus rasgos suaves y colores cálidos, que muestran la cotedianidad de la vida hogareña junto a lo religioso sobrenatural, en una combinación llena de paz y armonía.
Su impecable capacidad narrativa y los rasgos suaves y dulces de sus personajes acercan a cualquier persona al encanto natural que sus obras generan, que más allá del intelecto, llegan simplemente al corazón.
Se podría pensar que Murillo se inclina por el móvil religiosos debido a la influencia de la Iglesia en España, sobre todo en el siglo XVII, sin embargo sus antecedentes personales nos hacen suponer que provenía de una cuna más bien religiosa. De hecho, más adelante, varios de sus hijos se consagran a Dios.
Y es que en época de navidad o semana santa, no hay quien no porte en su billetera o regale una tarjeta de saludo con una pintura de Murillo, el señor de las Inmaculadas.
Sin embargo, hay que señalar que muchas de las obras de este pintor se hicieron a pedido, muchos de los cuales eran congregaciones religiosas, por lo que resulta obvio el motivo a retratar.
El siguiente trabajo nos narra la vida de Murillo y las características de su pintura, que es cien por ciento barroca, de raíz y contenido, sobre todo por los colores, sus contrastes y sus motivos, para conocer más sobre uno de los más destacados pintores españoles de la época y también de todos los tiempos.
Murillo, Bartolomé Esteban (1617-1682), pintor español nacido en Sevilla, cultivador de una temática preferentemente religiosa. En las colecciones privadas de Sevilla tuvo la oportunidad de conocer la obra de los maestros barrocos italianos y flamencos, junto a la de sus precursores españoles, pinturas que le influirían poderosamente. A partir de sus primeras obras, representaciones de la Virgen o la Sagrada Familia, de espíritu algo distante, evoluciona hacia un tratamiento de los temas en un tono más humano y sencillo, dentro de interiores cotidianos, en los que introduce pormenores y escenas de la vida diaria. Sus personajes se caracterizan por esa dulzura y sentimentalidad propios de su estilo, huyendo de los arrebatos trágicos que tanto atrajeron a otros artistas del barroco. Entre 1645-1646 realizó 11 escenas de vidas de santos que le dieron la fama. En 1660 Murillo fundó y fue presidente de la Academia de Dibujo de Sevilla. Como pintor de escenas de género, destacó en la interpretación de personajes infantiles marginados de manera bastante emotiva, como por ejemplo en el Niño pordiosero (1645, Museo del Louvre, París).
La Virgen y el Niño con Santa Rosalía de Palermo (1670, Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid) es una obra en la que se pone de manifiesto la armonía de la composición y la precisión del dibujo de las pinturas de Murillo. De 1671 a 1674 realizó las pinturas de la Iglesia de la Caridad de Sevilla, hoy dispersas por varios museos de San Petersburgo, Madrid (el Museo del Prado conserva numerosas obras suyas) y Londres. Murillo es el que mejor define el tema de la Inmaculada Concepción, del que nos ofrece numerosas versiones, destacando la gracia juvenil, el rostro amoroso de la Virgen y el vuelo de los ángeles que la rodean. Sus representaciones de santos, auténticos retratos de tipos españoles de la época, corresponden al realismo imperante en el arte religioso del siglo XVII. En el siglo XIX las obras de Murillo alcanzaron gran popularidad influyendo en algunos artistas de este periodo.
VISIÓN SOBRE EL ARTISTA.Algunos estudiosos del pintor, como el español Emiliano Aguilera, consideran que Murillo nunca acudió a Madrid a ver las pinturas de otros célebres barrocos, como Velázquez, Rubens o Van Dyck, y que esta invención hecha por biógrafos antecesores es sólo la necesidad de vincular la maestría del pintor con la no menos reconocida de los otros.
Es por cierto, uno de los principales representantes de la escuela sevillana, considerado por muchos superior a sus compañeros Juan de Valdés Leal o Zurbarán, que sin duda son también maestros de la misma.
La vida de Murillo se puede ver en sus cuadros, humilde, sencilla, apacible y familiar. Fue bautizado el 1º de enero de 1618, pero no se sabe la fecha exacta en la que nació, y todas aquellas fechas que se dan son conjeturas a partir de ésta.
El pintor fue el último de catorce hijos que tuvo el matrimonio entre Gaspar Estéban y María Pérez. Su padre era barbero cirujano y su situación económica era buena, debido a que contaba incluso con esclavos.
Al quedar huérfano, fue recogido por su tío Juan Agustín Lagares, quien lo puso como aprendíz del pintor Juan del Castillo al ver los dotes que de pequeño demostraba por tal oficio. Aquí es donde seguramente encuentra la afición por la virgen, ya que su maestro desarrollaba bien el tema.
El 20 de febrero de 1645 se casa con doña Beatriz de Cabrera y Villalobos, de veinte años de edad y natural de la villa de Pilas, cerca de Sevilla, con quien tuvo nueve hijos.
En sus primeros años de matrimonio, Murillo pinta varios cuadros encargados por congregaciones religiosas, y que serán en definitiva, los que le darán el éxito y la fama: Para los Franciscanos en 1646, de cuya colección saldrían cuadros como Un milagro de San Diego, San Diego de Alcalá con los pobres o La Muerte de Santa Clara. La hermandad del Santísimo sacramento le encarga La Sagrada Cena, pintado en 1650 y muchos más que encargan distintas congregaciones para adornar sus iglesias y altares.
En 1646 nace su primera hija, cuyo nombre será María y al otro año, el primer varón, José Felipe.
El 11 de enero de 1660 se funda la Academia de Pintura de Sevilla, entidad creada para el estudio del dibujo y la pintura y que junto a Francisco de la Herrera, presidió en sus comienzos.
El 31 de diciembre de 1663 muere la mujer de Murillo y desde entonces parecen acrecentarse la rigurosidad y misantropía de éste. Elude los conflictos y cede la presidencia de la Academia a Valdés Leal.
En 1665 Murillo se traslada al convento de los Capuchinos para pintar algunos cuadros que ellos han encargado, entre los que salen: San José con el niño en brazo, Santas Justas y Rufina, San Antonio de Padua, San Francisco abrazando al Cristo, San Juan Bautista, La Vírgen de Belén, la Santa Faz y la conocida copla:
. Inmaculada Concepción, Museo del Prado
La torre de Sevilla
Se está cayendo
Santas Justa y Rufina
La están teniendo.
En 1667 y 1668 decora la bóveda de la Sala Capitular de la Catedral, representando en ocho círculos a San Hermenegildo, San Isidoro, San Pío, Santa Justa, San Fernando, San Leandro, San Laureano, Santa Rufina, que según muchos críticos, son lo más acabado que pintó Murillo, junto a la Purísima Concepción, en el testero principal del Cabildo.
Sigue pintando, ahora para el Hospital de la Caridad, de donde salen varios cuadros. En su taller, organizado como los mejores de Italia, pinta su Autorretrato y La Inmaculada Concepción, y varios de muchachos apicarados.
Los Capuchinos de Cádiz encargan a Murillo la decoración de su nueva iglesia (1681). Pintando Los esponsales de Santa Catalina de Alejandría sufre un desgraciado accidente, cae de su andamio y concluye la gran obra que fue su vida.
Tras el accidente es rápidamente trasladado a Sevilla para brindarle las atenciones necesarias, sin embargo, muere el 3 de abril de 1682. Fue sepultado en la iglesia de Sevilla, la que fue saqueada un siglo después por los franceses, quienes borraron toda inscripción del sitio exacto donde yace el pintor. Ahora es la plaza de Santa Cruz, donde una lápida recuerda que en algún lugar se encuentra Murillo, el hombre de las Inmaculadas.
BIBLIOGRAFÍA.Niños comiendo fruta, Pinacoteca Antigua de Munich
MURILLO
COLECCIÓN GRANDES MAESTROS
ALDEASA EDITORES
1995
MURILLO
EMILIANO AGUILERA
IBERIA-JOAQUÍN GIL, EDITORES S.A.
BARCELONA
ENCICLOPEDIA MICROSOFT
ENCARTA ´97